jueves, 26 de mayo de 2016

“El Ñame” y su salto de la cárcel de La Victoria a las luces de Las Vegas

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SANTO DOMINGO. Hasta principios de 2012, Yomar Medina encabezaba una pandilla que protagonizaba sangrientos enfrentamientos por el control de áreas en su barrio natal La Ciénaga, hasta que fue detenido por la Policía, y condenado a ocho años de reclusión en la cárcel La Victoria.
Hoy, “El Ñame” reserva su furia para cuando sube al cuadrilátero sobre todo el rival que se le ha puesto de frente, y en cada combate añade capítulos a una novela que espera termine como guión de película, pero no en Hollywood, sino en Las Vegas, el Wimbledon del boxeo.
Medina, de 22 años, boxeó entre 2005 y 2008 en el club Capitán Peña antes de ser atrapado por la corriente vandálica, y una vez se vio encerrado en la prisión del norte de Santo Domingo se reencontró con los guantes y el ring, gracias a un programa implementado por la Comisión Nacional de Boxeo y la Procuraduría General de la República.
“Comencé a practicar sin ningún motivo, nada, normal, eso era lo que tenía en la sangre, eso era lo único que podía hacer ahí dentro, hasta que hallé una mano amiga que me ha servido como padre, como amigo, como hermano, como buen consejero, una persona a la cual no pienso defraudar mientras vida tenga”, dijo Medina en alusión a Franklin Núñez, comisionado Nacional de Boxeo.
Luego de ganar cinco peleas en las 135 libras, cuatro de ellas por nocaut, en veladas montadas en el gimnasio Wilfredo Rivera instalado en el penal, Medina recibió un permiso especial para ser parte de una cartelera montada en el hotel Jaragua en febrero pasado, y allí también el poder de sus puños fue demoledor.
El mes pasado volvió al mismo hotel, y también noqueó para mejorar a 7-0. Si bien han sido rivales con marcas nada impresionantes (1-120) y en un lapso de 11 meses, el veterano entrenador Vicente “Fuin Fuán” de la Cruz ve en Medina un diamante en bruto.
“Tiene algo que no se aprende, la valentía, con eso se nace”, dijo De la Cruz, quien ha preparado a púgiles como Javier “Abejón” Fortuna y Félix “Mangú” Valera, campeón mundial el primero y ex monarca el segundo.
La condena a Medina fue reducida a cuatro años, condicionada al cumplimiento de una serie de actividades de orientación, y su último pleito lo hizo sin tener que dormir en La Victoria tras el combate.
“Me portaba intratable, en un tiempo fui carpetoso, no puedo tapar el sol con un dedo. No me gustan los abusos, no me gustan las malas reacciones de otras personas hacia los más débiles. (Ya en la cárcel) ponía en su puesto al que tenía que poner, obvio, porque estábamos en un lugar que no hay personas mansas, y todo el que está ahí es tiguere”, recuerda Medina.
No sólo el arte de Fistiana jugó para dar ese cambio radical a su vida. Se cansó de vivir en la zozobra de dormir “con un ojo abierto”, por el peligro en que se encontraba junto a sus progenitores y sus cinco hermanos.

“Mi mamá tenía mucho sufrimiento, mucho tropiezo conmigo, tenía que salir a cada rato corriendo (abandonar la casa), porque si no me encontraban a mí la encontraban a ella, gracias al Dios todopoderoso que eso fue en el pasado”, dijo Medina, a quien apodaban Tyson de pequeño, y que se declara admirador de Muhammad Alí y Floyd Mayweather Jr.

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